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27 de enero de 2012

Trasfondo - El Adepta Sororitas

Además de reglas y miniaturas, todo ejercito esta rodeado de cierto trasfondo que lo hace único. Las hermanas de batalla no son una excepción, siendo para mi gusto un trasfondo con bastante sabor y que resuelve algunas cuestiones del credo y parecer imperial.. Espero que os guste, he aquí el origen de las Hijas del Emperador:



"Las hermanas de batalla del Adepta Sonoritas son la elite del brazo armado de la Eclesiarquía y, mediante pactos ancestrales, forman la cámara militante del Ordo Hereticus. Empuñando la trinidad sagrada del bólter, el rifle de fusión y el lanzallamas, las hermanas son conocidas en todo el Imperio como el azote del traidor, el mutante y la bruja.


El Adepta Sonoritas, también denominada la Hermandad, remonta sus orígenes al 36º milenio, a la oscura y distante Era de la Apostasía. Fue el Alto Señor Vandire, el demente que casi logró hacerse con el control total del Imperio, quién descubrió en el apartado mundo de San Leor a una secta de mujeres guerreras conocidas como las Hijas del Emperador. Vandire codició esta comunidad, ya que vio en ella a un cuerpo de guerreras a las que podría convertir en una escolta personal mortífera y leal si lograba someterlas a su voluntad. Por eso viajó hasta San Leor, pero las Hijas del Emperador atrancaron las puertas de su templo para que no pudiese entrar. Vandire declaró que el Emperador lo protegía y les dijo que presenciarían un hecho que probaría su afirmación más allá de toda duda. Entonces ordenó a uno de sus guardias que le disparase en el pecho; cuando un halo de luz cegadora y pura lo rodeó, las hermanas se arrodillaron ante él, convencidas de que había sido bendecido con la autoridad divina
del Emperador. Muchas décadas después de aquel incidente descubrieron que el Alto Señor llevaba un rosarius, una reliquia sagrada que contenía un potente generador de campo de conversión. Pero las hermanas nunca habían oído hablar de aquel objeto y su ardid las convenció. De esta forma se convirtieron en la guardia personal de Vandire.




Mientras continuaba la infame Era de la Apostasía, el reinado de sangre de Vandire llevó la miseria y los conflictos a gran parte del Imperio. Entretanto, el Alto Señor había caído en los delirios y la tiranía y fue entonces cuando apareció un joven llamado Sebastián Thor que, precendete del lejano mundo de Dimmamar, desafió su gobierno. Los sermones apasionados de Thor en los que predicaba contra la corrupción de Vandire habían arrastrado también a la Eclesiarquía y al Imperio y millones de personas se levantaron contra el gobierno del Alto Señor de Terra acomopañado de su escolta personal, a las que llamaba las “Consortes del Emperador”.

Vandire se enfrentaba a las fuerzas combinadas de cuatro capítulos de Marines Espaciales y un vasto contingente del Adeptus Mechanicus, pero, aun así, se resistía a la posibilidad de su propia caída. Aunque sus fuerzas fueron mermadas considerablemente y sus oficiales desertaban a la menor oportunidad, las Consortes del Emperador permanecieron firmes a su lado y el asedio se alargó sin que ninguna fuerza lograra romperlo.
En el punto más álgido del conflicto, apareció una nueva fuerza. Se trataba del Adeptus Custodes, la guardia pretoriana del propio Emperador, que había permanecido resguardada de la carga y descubrió el alcance de los crímenes de Vandire tras reunirse en secreto con los maestros de los capítulos del Adeptus Astartes que asaltaban el palacio eclesiarcal. Los custodes se deslizaron por conductos y pasadizos subterráneos construidos hacia milenios y llegaron hasta la cámara de audiencias de Vandire. Las Consortes del Emperador los desafiaron inmediatamente, pero el líder de los custodes, un centurión de las compañías, pidió parlamento. El centurión bajó las armas y pronunció una súplica apasionada a las Consortes del Emperador tratando de convencerlas de que servían a un ser diabólico y de que renunciaran a sus votos de lealtad al Alto Señor. Aunque habló durante más de una hora, la líder de las consortes, Alicia Dominica, permaneció impasible frente a sus razonamientos y, cuando el centurión vió que cogía sus armas, le hizo una última propuesta. Dejó a sus hombres como rehenes y condujo a Dominica y a sus tenientes por los pasadizos secretos bajo el palacio.

Las Consortes del Emperador siguieron al centurión a traves de túneles oscuros y húmedos hasta que llegaron a una puerta, un portal espantoso custodiado por un severo Adeptus Custodes. La puerta irradiaba una luz dorada y el centurión explicó a Dominica lo que estaba a punto de suceder.

La puerta se abrió y las seis Consortes del Emperador caminaron sobre el suelo más santificado de toda la galaxia. Aunque no existe constancia escrita de lo que allí ocurrió, se cree que las hermanas fueron llevadas ante la presencia del propio Dios Emperador de la Humanidad.

Es evidente que una gran verdad les fue comunicada a Dominica y sus hermanas, pero los que han tratado de averiguar la naturaleza de tal verdad han pagado cara su osadía sufriendo la peor de las muertes.
Cuando las seis hermanas volvieron a emerger tras la puerta, sus miradas estaban impregnadas de un odio profundo. Atravesaron los pasadizos secretos y se dirigieron con celeridad a la cámara de audiencias de Vandire. Dominica habló a las Consortes del Emperador allí reunidas mientras el Alto Señor hacía caso omiso a sus palabras trazando el plan de defensa de su palacio.

Dominica declaró la traición del Alto Señor, los actos diabólicos que había perpetrado y, lo peor, los que su orden había cometido en su nombre. Mientras hablaba, las armas cayeron al suelo en silencio y, una a una, las defensoras avanzaron hacia la entrada. Vandire levantó la vista de los mapas y los planos y se enfrascó en otra diatriba sangrienta de defensa de su reino. Pero, como respuesta a sus palabras, solo recibió el silencio de las consortes indignadas.

Dominica se adelantó para pronunciar unas palabras, palabras que en la actualidad están grabadas en la tumba de la Hermana de Batalla:



 
“Habéis cometido la máxima herejía. No solo habéis traicionado al Emperador y os habéis apartado de su luz, sino que habéis destruido todo lo que él se ha esforzado en construir. Habéis pervertido y deformado el camino que ha dispuesto para la Humanidad. Tal y como se afirma en vuestros decretos, no existe piedad alguna por tales crímenes ni piedad para tamaño criminal. Renuncio a vuestra soberanía; os asociáis con la oscuridad y no se os puede permitir seguir con la vida. Vuestra sentencia se ha postergado ya mucho tiempo y ha llegado la hora de que muráis”.



El Alto Señor negó con la cabeza y pronunció sus últimas palabras: “No tengo tiempo para morir… ¡Estoy demasiado ocupado!”. Alicia Dominica decapitó a Vandire con un solo movimiento de su espada de energía, partiendo en dos su rosarios. El reinado de la sangre había llegado a su fín.

Tras la muerte de Vandire, Sebastián Thor fue declarado Eclesiarca e inició un periodo de reformas profundas en la Eclesiarquía. Los Altos Señores de Terra temían que volviera a repetirse el Reinado de Sangre de Vandire y, por ello, instauraron el “Decreto Pasivo”, en el que prohibían que la Eclesiarquía formara “hombres armados”. De todas formas, Thor ordenó formalmente a Dominica que fundase la orden de las Adepta Sonoritas, con lo cual se ceñía a las palabras (aun que no al espíritu) de tal decreto, pues todas las guerreras eran mujeres.

Al final de la Era de la Apostasía surgió una nueva organización: El Ordo Hereticus. Esta organización se formó inicialmente para que una calamidad como la Era de la Apostasía no volviera a repetirse jamás en el Imperio, pero, con el tiempo, se encargó no solo de la herejía doctrinal, sino también de las divergencias genéticas y psíquicas. Tras la formación de las Órdenes Militantes, los maestros del Ordo Hereticus y los grados más altos de las Adepta Sonoritas se reunieron en la Asamblea de Nephilim para firmar un documento en el que se reconocía a la Hermandad como la Cámara Militante del Ordo Hereticus. Los detalles exactos del acuerdo nunca se han revelado, pero algunos piensan que tenían que ver con los conocimientos adquiridos por Dominica y sus compañeras cuando estuvieron en presencia del Trono Dorado del Emperador. Tan peligroso debía ser ese conocimiento que hizo necesario que las dos organizaciones se unieran, lo que prueba el peso de la labor que cargan el Adepta Sonoritas y el Ordo Hereticus. Otros piensan que la Asamblea tenía el propósito de restringir el poder de la Eclesiarquía y aprovechó el hecho de que las Sororitas eran una fuerza leal y entusiasta que podía usarse para reforzar las órdenes del recién formado Ordo (haciendo así la vista gorda al espíritu del Decreto Pasivo). Sea cuál fuere la verdad, los que osan buscarla sin la bendición de los altos grados de ambas organizaciones solo encuentran una muerte lenta y dolorosa en las cámraas más recónditas y horribles del Ordo Hereticus o una muerte igualmente dolorosa y temible a manos de las Adepta Sororitas."

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